Aldo Burgos

Hasta que me haces caso y por fin decides leer las memorias, el texto que escribió Schreber y donde expuso su vivencia durante su segundo internamiento. El escrito que Freud revisó para hacer sus Puntualizaciones Psicoanalíticas Sobre un Caso de Paranoia, y aquellas memorias que, durante la primera parte del seminario de Las Psicosis, Lacan retomó y acompañó con su lectura hasta que dio cuenta que no le estaba “funcionando” del todo esa forma de acercamiento. Igualmente, Allouch se dio a la tarea de releer (¡y qué manera de hacerlo!) a la letra, punto por punto para su tomo II de las Injerencias Divinas; Schreber Teólogo -el cual también te recomiendo que lo leas después de las memorias, créeme cuando te digo que podrías aprovecharlo demasiado-.

Si te insistí tanto en que te animaras a leer las memorias… muy probablemente fuera por cierto grado de necedad de mi parte, pero no por hacerte leer un texto extraño, complicado y enredado; muy por el contrario, es porque las memorias le dan la posibilidad al lector de profundizar en un sistema de pensamiento de lo más particular. Dar cuenta del delirio de un sujeto y cómo éste reinterpreta su cotidianidad, sus vínculos, cómo cambian sus preconcepciones… en fin. Del vasto impacto que puede tener el significante en el sujeto, su subjetividad y su mundo.

Pero hablemos claro, Memorias de un Enfermo de Nervios, “Denkwürdigkeiten eines Nervenkranken en su idioma original -de hecho, si te fijas bien en este primer detalle encontrarás que desde la traducción del título podemos apreciar ya una transliteración en el mismo, pero las implicaciones de ella te la dejo a tu criterio-, es un texto complicado, pesado, extenso, minucioso y a veces enredado. No es una lectura ligera ni mucho menos, te recomiendo que las leas con la mayor calma que te sea posible y no te preocupes si tienes que repetir un capítulo más de una vez, volver a leer un mismo párrafo varias veces, todo aquel que las lee se enfrenta a esa misma situación. Además, no hay texto que pueda agotarse por completo, así que adelante.  Habrá veces que no entiendas algo a primeras, ni a segundas, tal vez ni a terceras. Permítete respirar de este viejo texto y retómalo en otra ocasión. No intentes devorarlo tampoco, pues podrías terminar con los nervios de puntas; dale su tiempo, pues como seguro ya sabes por experiencia propia muy poco se puede sacar de lecturas apresuradas. 

De igual manera me imagino que sea probable que quieras retomar algún escrito que trate algo sobre Schreber antes o durante tu lectura de las memorias, como si se tratase de la compañía de un amigo que te acompañe en tu recorrido. Pese a que es un ejercicio que he realizado en algunas ocasiones y lo he recomendado en otras tantas, me atrevo a desaconsejártelo por esta ocasión. Deja cualquier lectura adicional o referente al tema para después de que hayas concluido con las memorias. Te aseguro que material y referencias tendrás más que suficientes al concluir (ideas y dudas seguro de sobra), las memorias son tan abundantes en detalles y especifidades de la época que incluso querer captarlos todos (como yo quise en un momento), no sé si sea ambicioso o simplemente ingenuo. 

Sé que a lo mejor en este punto me dirás que es contradictorio de mí no darte el consejo que en repetidas ocasiones he dado, pero permíteme aclarar que lo que intento con esto es que tengas una experiencia lo más directa (si esa expresión se permite) con Schreber, con su discurso. Probablemente, si en un primer momento acompañas esa lectura que puede ser muy compleja con una adicional a manera de guía podría entorpecer tu proceso, pues estarías saltando de una lógica a otra, del discurso schreberiano al discurso teórico o de otras letras. Es hasta después que te permitiste leer a Schreber directamente, en una segunda visita a su escrito que te recomiendo que permitas la presencia de otros escritos, que esos viejos (o no tan viejos) conocidos se sumen a tu recorrido y verás que en efecto podrás incluso acompañar la lectura de esos otros escritos con Schreber y no al revés. 

Durante tu lectura seguro habrá momentos de confusión, enredos, dudas, extravíos, certezas y locuras. Otros en los cuales tengas que regresar a capítulos anteriores para poder corroborar un dato o un concepto schreberiano. Afortunadamente a diferencia de algunos autores teóricos Schreber es un autor bastante amable, acompaña a su lector durante toda la lectura y si te pierdes en algún momento, solo falta seguirlo para, poco a poco tomar nuevamente algún camino. No te preocupes, el extravío es parte del estudio. 

De igual manera no prestes mucha atención por la omisión del capítulo III de las memorias, el cual supuestamente abarcaba algunos detalles de su historia familiar. A veces, creemos que si contáramos con ese capítulo se podría “entender” más o mejor a Schreber; sin embargo, por el lado práctico no hay nada que hacer referente a la ausencia de ese capítulo que fue eliminado por la familia antes de la publicación de la primera edición. Por otro lado, es muy probable que poco sea de utilidad y poco lo que pudiera aclarar si contáramos con ese contenido faltante (porque sí, en efecto, es algo que falta debido a que su autor concibió su obra con ese fragmento incluido); me atrevería a decir (casi con seguridad a equivocarme en parte) que muy probablemente si se contara con ese capítulo se aplicaría una lógica causal a Schreber y se intentaría “interpretarlo” o explicarlo desde ese foco en vez de dar lugar a la razón de Schreber y la construcción de su discurso, muy parecido a lo que hizo Schatzman en su ensayo del Asesinato del Alma, donde al revisar algunos documentos relacionados con el trabajo del padre de Schreber (Schreber Padre por decirlos así), se enfocó en realizar un tipo de ejercicio causal y comparativo entre lo que Schreber vivió en el hospital y las técnicas que usaba el padre en su profesión. 

Como te estarás dando cuenta, incluso Schreber no se salva de interpretaciones silvestres por parte de los psicoanalistas (vamos, tampoco es el único); sin embargo, sí podemos asegurar que no hay algún momento donde él haga referencia a su relación con su padre con respecto a lo que vive en el hospital. Toda referencia y explicación que él mismo da de sus vivencias tienen que ver con su relación con Dios, con los nervios, los rayos, en fin, ese aparato teológico que pudo construir, lo que me lleva a mi siguiente punto.

El aparato teológico que construyó Schreber es sorprendente, su postura teológica es de lo más sobresaliente a mi parecer, pues estructura con ese rigor metódico de alguien formado en derecho (de su época) una argumentación fundante para que su sistema de pensamiento no le envidie nada a cualquier otra teología dogmática o fundamental, incluso se maneja con una postura muy abierta a la crítica de sus lectores a los que no cesa de invitar a realizar ciertas pruebas para que ellos también den cuenta de sus descubrimientos (una posición muy madura comparada con la teología apologética que para aquella época pese a que iba de salida, aún en algunos gremios religiosos se seguía sosteniendo).

En este punto te hago lo que para mí es la recomendación más importante (y que me hubiera gustado recibir cuando lo leí por primera vez); parafraseando a Freud (y quizá hasta malinterpretándolo) en sus escritos técnicos, siempre recomendó que en el momento de estar frente a frente con el paciente, en su espacio de trabajo, ¡vaya!, en sus sesiones, es importante no tener todo el aparato teórico presente por parte del médico (ahora analista), ya que eso conlleva a que no esté en la mejor posición para practicar la escucha flotante, debido a que, mientras piensa cómo acomodar eso que trae el analizante en forma de discurso en la teoría que carga el analista en su cabeza, se perderá de mucho o simplemente no escuchará al sujeto. Por el contrario, permitirse escuchar sin discriminar, escuchar todo por igual sin darle más peso a un elemento que a otro, posibilita ese espacio de escucha para el trabajo analítico (se dice fácil pero no es poca cosa). Algo muy similar pasa con la lectura, cuando estés frente a frente con las memorias, lee a Schreber, no pierdas el tiempo intentando interpretar cada renglón o cada párrafo como si debiera tener un mensaje entre líneas. Lee las líneas, móntate en los hombros del gigante y sigue con él el camino que va abriendo. Las interpretaciones él mismo las da, no hacen falta más.

Recuerdo en este momento algunas conversaciones con una querida amiga sobre el exceso de ensayos o escritos que hay sobre interpretaciones de Schreber (¡Sí, ya sé! es mi más grande queja sobre el tema). Si su delirio significaba tal o cual, o que, si tal episodio tenía que ver con una cosa o la otra, etc. Lo que a Schreber le sobran son interpretaciones, tanto por parte de sus lectores como por su obra misma. Verás que las memorias en ese sentido son vastas y no hace falta una interpretación más proveniente de un tercero. Cuando nos acercamos a cualquier texto, muchas veces tendemos a hacerlo desde esa perspectiva “psi”, lo cual puede ser simplemente una postura para abordar algún tema debido a la formación o el estudio como si fuese un punto de partida o el foco con el que vemos o analizamos un paradigma. Sin embargo, en ocasiones (y tal vez en más de las que creemos), eso mismo puede convertirse en una complicación u obstáculo al aproximarnos a diferentes temáticas y nos hace caer en el error de querer pasar todo por el filtro de lo “psi” (como si tuviéramos algo que decir en paradigmas que muy probablemente nos corresponda escuchar y repensar nuestra posición) y por ello aparecen postulados desde lo “psi” que son más silvestres que lo que se autodenominaba el mismo Groddeck (por lo menos Groddeck daba cuenta y tenía claro que sus intervenciones y aportaciones tenían algo de silvestres, muchos otros se escudan en la teorización para justificar sus actos).

Para concluir quisiera compartir dos reflexiones contigo: primeramente, tiene que ver con la importancia que tuvo y tiene Schreber en el psicoanálisis. Dentro de los casos clínicos que más se estudian está el de Schreber y no es por poca cosa. Es gracias al trabajo que Freud realizó sobre su lectura de las memorias que consiguió dos cosas muy importantes. Como tú sabes, por un lado, encontró en Schreber esa confirmación de varias de sus propuestas teóricas y pudo comenzar a estructurar sus ideas referentes al narcisismo. Pero, por otro lado, se posibilitó sacar de esa exclusividad psiquiátrica a las psicosis (llamadas parafrenias o dementia paranoia en esos tiempos), lo anterior posibilitó una nueva línea de investigación en psicoanálisis, donde Jung y Ferenzi se aventuraron principalmente. 

Es por ello por lo que te invito a leer a Schreber desde donde él quería ser leído, él no quería que su texto fuera visto desde la psiquiatría o el psicoanálisis, tampoco desde la medicina. Él quería que se leyera desde el ámbito de la teología, se dedicó a escribir sobre su relación con Dios y a partir de la misma consiguió un saber único, exclusivo para él tan importante y relevante que decidió compartirlo con nosotros, “los pequeños hombres hechos a la ligera”. Es importante siempre leer al autor desde donde quiere ser leído, tristemente con Schreber no siempre ha sido así. Se le ha sacado incontables veces de lugar y muy pocas veces se le ha reivindicado. En otras tantas veces el peso de conceptos como psicosis, paranoia, locura, delirio, entre otros, pueden tener un efecto no deseado cuando se aplican a casos como Schreber. El recurrir a categorías conceptuales para poder aclarar a algún conjunto situaciones que implican un “funcionamiento diferente” ha sido una constante en diferentes momentos; sin embargo, se suele caer en el error de sobre poner los conceptos por encima de la particularidad del caso (sin duda Schreber es un caso en todo el sentido foucaultiano del término), imperando una lógica de hacer que el caso quepa en el concepto en vez de poner en primer lugar al sujeto,  validando si en realidad es posible que algún concepto teórico pueda tener lugar en ese caso en particular. Pero de igual manera, es muy fácil dar cuenta cuantas veces el querer encasillar a un sujeto bajo esos términos implica más complejidades por querer argumentar una intelectualidad (muchas veces parece más por un ejercicio de querer demostrar que se maneja bien la teoría que en realidad plantear algo a partir del trabajo de alguna monografía), lo que trae como efecto el segregar o diferenciar el funcionamiento de algún sujeto con respecto a otros, de patologizar en sí al sujeto. ¿Si Schreber hubiera dicho o presentado su escrito en un contexto no psiquiátrico sino religioso, ¿se le hubiera considerado un enfermo o alguien místico? ¿No acaso, similar a Pauline Lair Lamotte, esta experiencia mística y/o divina pudo haberse leído de manera muy diferente fuera del ambiente médico en general, tal como lo leía su director de conciencia? Un tema para otra ocasión. 

Para finalizar te dejo con una pregunta que me he hecho desde la primera ocasión que me acerqué a este texto y que aún no le encuentro una respuesta: En esta relación entre Dios y Schreber ¿quién terminó siendo el enfermo de nervios? 

Ojalá podamos comentar esa pregunta cuando termines tu lectura.

Bibliografía:

  • Schreber, Paul. Memorias de un Enfermo de Nervios. 1903.  Ed. Sexto Piso. 2008 
  • Allouch, Jean. Schreber Teólogo La Injerencia Divina II. Ed. El Cuenco de Plata. 2014.
  • Freud, Sigmund. Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber) (1910-1911) Ed. Amorrortu editores. 2012