Sofía Carrasco
En una parte de Francia, en el mes de octubre del año 1901 residía una pareja de recién casados de nombres Gustave Papin y Clémence Derée, quienes un año después recibirán a su hija Emilia y aunque se cree que la llegada de un sucesor puede ser algo que alegre mucho a las parejas, este no era el caso de los nuevos progenitores, quienes tenían discusiones y disgustos de manera frecuente, pues los padres de Gustave no aprobaban a su nueva esposa, ya que se decía que ella le era infiel. Aparentemente, este fue un motivo para que el esposo de Clémence le pidiera mudarse a Marigné y, a pesar de la resistencia que ella puso al principio, terminó cediendo en 1904, para que en marzo del siguiente año naciera su segunda hija, Christine. Con la pareja, teniendo dificultades, deciden que cuidar de una recién nacida haría todo más complicado y al mes de ser engendrada la mandan con una de las hermanas de Gustave, Isabelle Papin. Con ella, Christine crecerá hasta la edad de 7 años, pero antes de que su madre la reclame de nuevo, en 1911, Clémence quedará embarazada por tercera y última vez, una niña que llamarán Léa.
Las peleas entre los padres de las tres hermanas se fueron agravando y Clémence finalmente decidirá dejar a Gustave cuando se entera de que ha estado violando a Emilia, quien en ese tiempo tenía solamente 9 años. Después de dos años de juicio, en 1913, la mujer queda a cargo de las niñas y en ese mismo año manda a Emilia y Christine a Bon-Pasteur, mientras que Léa es confiada a uno de sus tíos. Cinco años después, Emilia decide hacerse monja y Léa es recuperada por Clémence para internarla en la institución Saint-Charles. Unos años después, Christine le menciona a su madre que tiene el mismo objetivo que su hermana mayor, pero esta se lo niega aprovechando que sigue siendo menor de edad, la saca del orfelinato y la coloca en una casa donde pueda trabajar, un año después retira a Léa de la institución con el mismo objetivo, logrando que eventualmente sus dos hijas trabajen juntas. En 1927, Christine es contratada en la casa de los Lancelin y ella se encargará de pedir trabajo para su hermana en el mismo domicilio. Y el 2 de febrero de 1933, en Le Mans, Francia, ambas mujeres compartirán más que solo lazos de sangre propios.
Después de un poco de contexto, se irá conectando el pasaje al acto con lo que Allouch, Porge y Viltard (1999) mencionan como solución a la transferencia materna en su libro El doble crimen de las hermanas Papin (p. 298).
El pellizco
En la tarde del 2 de febrero de 1933, la Sra. y la Srita. Lancelin regresaban a su casa a prepararse para ir a un evento de un amigo del Sr. Lancelin, después de haber estado en las calles de Le Mans. Al entrar, las hermanas Papin reconocieron el ruido, lo que hizo que Christine bajase con una vela a recibirlas y a explicar que la plancha, que ya se había descompuesto con anterioridad, lo había hecho de nuevo y esta vez se había llevado un fusible con ella, lo que molestó a la dueña de la casa al punto de reclamar a su trabajadora doméstica sobre su descuido (comentario que Christine no pudo recordar y se menciona como ahora completamente perdido), pero lo que no se esperaba es que ella respondiera intentando zafarse de las manos de su empleadora, agarrando un jarro y azotándolo en su cabeza una vez que esta cayó de rodillas. La Srita. Geneviève Lancelin intervinó y el ruido del forcejeo llamó la atención de Léa, quien al bajar las escaleras se encontró con la escena de su hermana aventándose sobre Geneviève dirigiendo sus manos a los ojos de la Srita. mientras que su madre intentaba levantarse. Léa se lo impidió y siguió el ejemplo de su hermana: ambas empleadoras perdieron sus ojos y, posteriormente, fueron golpeadas en la cabeza con el jarro de manera repetida, Christine tomando la iniciativa y Léa imitando los movimientos. En la búsqueda de más instrumentos con los cuales masacrar los cuerpos, ambas fueron por un martillo y un cuchillo, los cuales se fueron turnando, siendo el segundo el que dejó marcas más significativas en los cuerpos ya muertos de ambas mujeres, afectando piernas y glúteos, provocando enciseluras.
Hagamos un pequeño paréntesis en esta palabra, pues en sí la palabra no cuenta con una traducción. La cinceladura (cinselure, en francés) se entiende como “Formar un relieve en un objeto de metal con un fin decorativo” Larousse; cincelar también puede ser “trabajar minuciosamente un texto”, “hacer incisiones en ciertas piezas para facilitar la cocción” o “estar delicadamente modelado” Larousse. Jugando con lo que podemos considerar un neologismo que, alcanzamos a entender, tiene que ver con los cortes profundos en los cuerpos de estas mujeres, personas a las que conocieron de manera íntima en el sentido de que conocían su estilo de vida. Y aunque es con la Sra. L con la que Christine tenía más contacto, es a su hija a la que más enciseluran, son las piernas y nalgas de esta, tal vez porque es quien llenó el espacio que había sido vaciado cuando hubo la permutación de lugares, detalle que se profundizará más adelante, el cual es analizado por Allouch, Porge y Viltard en El doble crimen de las hermanas Papin (1999, p. 294).
Regresando a la noche del 2 de febrero, después de unos minutos desfigurando los cadáveres, se fueron a limpiar la sangre a la cocina, cerraron la casa con llave y se fueron a su cuarto a esperar a las autoridades. Esa misma noche, el dueño de la casa se percató de que su familia no se encontraba en la fiesta y notó que su casa había sido cerrada, por lo que acudió a la policía en busca de auxilio, que respondió con rapidez y se sorprendió al ver tal masacre con las responsables en bata, una al lado de la otra.
Qu’est-ce Qui C’est Passé?
¿Cómo es que una observación llevó a Christine a tanto? ¿Quién la observa y cómo? ¿Qué quiere el otro y qué puede dar ella? ¿Qué ya no pudo dar? ¿Alguna vez pudo darlo? Podríamos pensar que lo daba todo para no tener que recibir esa observación.
En los 7 años que las hermanas llevaban trabajando, se menciona que la Sra. Lancelin era una mujer estricta con cómo quería su casa, requisitos que Christine cumplía en la mayoría de las ocasiones. Incluso sus empleadas pasadas mencionaron que era muy buena en su trabajo, pero les preocupaba su carácter cuando le mencionaban que había fallado en algo, le hacían “críticas constructivas”, observaciones…
Estas palabras, provenientes de las figuras femeninas que rodeaban su vida, significativas a partir de Clémence, eran más que solo frases, eran oportunidades para humillar, posicionarla en su/misión, y esta su/misión era persecutoria. ¿Una misión designada por su madre? Clémence (clemencia, definida por la RAE como “Compasión, moderación al aplicar justicia” (Real Academia Española), cuyo delirio paranoico se basaba en los celos, los cuales crecieron con la partida e integración de Emilia a la iglesia católica, quien aprovechó la institución para distanciarse de su familia de manera definitiva, dejando a su madre sin poder sobre ella, una su/misa menos, pues Emilia comenzaba a tener una vida propia. Sin embargo, Christine no contó con esa vía. Paradójicamente, Clémence no parecía mostrar clemencia cuando se trataba de sus hijas, pues eran suyas para acomodar y desacomodar, usando sus manos como titiritera, observando quiénes las querían para después intentar apartarlas de esas personas, una constante contradicción entre el soltar y retener, pues no se podía arriesgar demasiado en perderlas, menos después de que una se le deslizó entre los dedos.
Si lo pensamos, en la búsqueda constante de Clémence por su perseguidor, siendo esclava de este porque no puede perderlo de vista, lo terminó encontrando de una manera más clara con la familia Lancelin, con la Sra. Lancelin, quien desplazaría a esta mujer como figura materna, una que sus hijas no conocían, una imagen que para Christine comenzaría a tener un peso significativo, ya que la reposicionaría como hija. Como lo explican Allouch, Porge y Viltard en El doble crimen de las hermanas Papin (1999, p. 294), al ser la Sra. Lancelin alguien con quien es posible la vida, esta viene a sustituir el lugar de Clémence, por lo que el rol de la “buena madre” lo tendrá Christine y Léa ocupará el de su hermana mayor; así, el lugar de Léa queda libre, esa energía que queda liberada es parte de lo que motiva al pasaje al acto, el crimen. Ahora bien, si un niño muere en este reposicionamiento, ¿es probable que, como se mencionó anteriormente, ese lugar haya sido ocupado por la Srita. Geneviéve? Al punto de ser específicamente asesinada en el proceso de su cambio de lugar.
Regresando un poco a Clémence, los autores anteriormente mencionados nos comparten un juego de palabras que parece importante destacar, pues cuando habla de la “dolorosa pena” que es que sus hijas quieran entrar al convento, mencionan cómo en francés “dolorosa” es douloureuse, si bien ellos la escriben como douleureuse. Esto podría tener relación con el hecho de que heureuse se traduce al español como “feliz”, por lo que podríamos preguntarnos ¿qué hay en ese “feliz dolor”/”dolor feliz”? Pues su mayor pena, el distanciamiento definitivo de sus hijas, resulta ser eso que más busca: su eliminación.
Laissez faire
Apartando un pequeño párrafo para Emilia, podríamos explorar la teoría de porqué ella sí pudo salir, pudo distanciarse, más allá de la ventaja de la mayoría de edad. ¿Es posible que la violación de su padre la motivará a tomar un distanciamiento temprano? Y tal vez no solamente por cuenta propia, también por el hecho de que Clémence no tuvo clemencia con ella en el hecho y la responsabilizó de la situación. ¿Cómo pudo haber operado la invasión al cuerpo en ella? A fin de cuentas es mandada a un orfelinato, la distancia es más marcada, pero no dejó de acercarse a la religión, al punto en el que se casa con Dios, un ser que no puede invadirla de la misma forma en la que lo hizo su padre. De cierta forma sigue un poco en la lógica delirante de su madre, quien menciona en las cartas que escribe a Christine y Léa que no es nada contra Dios, sino con los hombres; el perseguidor para Clémence no se juega en su Dios, sino en esos que le veneran, de alguna manera, esos que puede ver, en quienes puede ver su “propia operación con sus hijas” (Allouch, J., Porge, É., Viltard, M., 1999, p. 85).
Sou/mission
Sou de (debajo de) sa mission (su/misión)
El delirio de Christine es un delirio de reivindicación que la empuja a querer liberarse de este dominio juzgado intolerable por ella […] reivindica no ser puesta de rodillas por esta mujer, su madre. También apunta a confrontar el orden del mundo a su delirio al querer reunirse con Emilia que está sustraída de la posesión materna; comportándose de la manera ya dicha con sus patronas. (Allouch, J., Porge, É., Viltard, M., 1999, p. 291)
Christine tuvo varios intentos por solucionar esta transferencia, pero fracasa en alejar la persecución, incluso en su delirio previo al crimen, cuando comenta que necesita protección, suena a un intento por ligar la angustia a algo más tolerable, pero no tiene éxito, por lo que las miradas siguen detrás. Tal vez por eso se menciona mucho que ella les sacó los ojos mientras estaban volteadas, reposicionándose como detrás de ese Otro que no le daba descanso, actuando en esa escena, haciendo una escena, ¿eso puede contar como apropia/miento? O justo eso es lo que es, una mentira, solo otra forma de hacer creer que hubo éxito.
Pensándolo así, pregunto si realmente Christine logra salir de la transferencia materna a través del pasaje al acto, ¿sí lo soluciona? Tal vez es un error de comprensión, pero en parte parece que ella, sin saberlo, lleva a cabo el mensaje de Clémence por más que quiera evitarlo, pensando en la misma dinámica de ser esclavo del perseguidor al intentar dejar de serlo, pues toda la energía se dirigirá a ese “Aquél que es Él” (Lui-là c’est Lui). También surge la pregunta porque al final, una vez actuado, una vez distanciada, se deja morir, aclara a esos otros que ya no le queda objeto por amar.
Referencias
Allouch, J., Porge, É., Viltard, M. (1999). El doble crimen de las hermanas Papin. Epeele.
Lacan, J. (2016). “Motivos del crimen paranoico. El crimen de las hermanas Papin”, en De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad (pp. 338-346). Siglo veintiuno editores.
Real Academia Española. https://dle.rae.es. Consultas realizadas el 4 de abril del 2023.