El bosque de la niebla eterna
Uribe González Manuel Sebastian
(Ilustración por Jimena carrasco)
Cuando el caballero despertó, no tenía recuerdos de lo que había pasado, solo una suave voz formaba un eco en su memoria, aquella voz le decía “Búscame, donde los recuerdos van a morir”.
Poco a poco logró incorporarse y ponerse de pie, su respiración era pesada y pausada, sentía la armadura más densa de lo que siempre había sido.
Levanto el escudo y la espada, y comenzó a caminar.
No sabía a donde debería ir, pues a donde mirará, solo había un muro blanco que parecía no tener fin, era la neblina, tan densa que parecía poder ser cortada, aun así, el caballero no lo intento, -cortar neblina, qué locura-
Paso la noche entera o lo que suponía era la noche, vagando; el tiempo era confuso, no había mucha luz, lo cual complicaba distinguir día de noche.
De pronto se topó con un árbol de tronco enorme, el cual olía dulce, por algún motivo le recordaba a algo o mejor dicho a alguien, se sentó al pie del árbol, estaba cansado y necesitaba descansar, no sentía hambre o sed, solo sueño… Al poco tiempo comenzó a dormitar, nuevamente la voz se hizo presente, pero no dijo nada, solo tarareaba una canción… El caballero despertó con lágrimas en las mejillas, no sabía por qué, pero la melodía lo había hecho llorar.
-es de ella, el dulce olor es de ella- al término de esta frase, cayó al piso, no se podía mover, pero podía ver toda su vida pasar frente a sus ojos, ese día llego tarde, ella estaba en casa esperándolo, al abrir la puerta, la vio, tan solo por un instante, pues un amigo llego en el mismo momento a solicitar su ayuda, algo sobre un oso en el bosque, cerca de la aldea.
-no tardaré- esas fueron las últimas palabras que le dedico, mientras se alejaba caminando podía escuchar la tonada de una bella canción, la canción de su esposa.
Al llegar al bosque, se encontraron con una silueta a la distancia, parecía un oso, pero algo no estaba del todo bien, pues cuando este noto la presencia de los caballeros se paró en dos patas, no era solo un oso, pues tenía cuernos de alce y los ojos blancos, su estatura era el doble de la de un oso normal, al levantar la pata, las garras brillaron como si de un metal se tratase, reflejando la luz de la luna.
Su amigo se quedó petrificado del miedo, no pudo hacer nada mientras la criatura embestía contra ellos, quizá por reflejo, el caballero levanto, él escuchó y defendió a su amigo, pero de nada sirvió, las garras destrozaron el escudo como papel, la armadura tampoco presento mucha resistencia, para cuando el caballero volvió la mirada, su amigo ya no estaba.
El lugar en donde despertó es el mismo en donde murió y el árbol con tan dulce olor es el lugar elegido por su esposa para dejar ofrendas.
Cuenta la leyenda que aquel que muera por la criatura jamás encontrara el descanso, pero hallara el consuelo en la unión a la distancia, y así el caballero siempre puede ver a su amada, entre sueños al pie del árbol, cuando ella lleva ofrendas.
Temiendo ser un recuerdo que eventualmente morirá.